SAN CAYETANO, PADRE DE LA PROVIDENCIA



SAN CAYETANOEste santo, muy popular entre los comerciantes y ganaderos porque los protege de muchos males, nació en 1480 en Vicenza, cerca de Venecia, Italia.
Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por formarlo muy buen.
Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades.
Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede.
A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración.
En Roma se inscribió en una asociación llamada "Del Amor Divino", cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.
Viendo que el estado de relaajación de los católicos era sumamente grande y escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Y fundó los Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de la cual era obispo el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó a ser el Papa Pablo IV)
San Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio.
Y donde quiera que estuvo trabajó por conseguirlo.
En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: "Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo".
San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. En una carta escribió la razón que tuvo para ello: "Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?" Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado".
En Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas para que viva de la renta, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no es tan generosa como en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y le dice: "Dios es el mismo aquí y en todas partes, y El nunca nos ha desamparado, si siquiera por un minuto".
Fundó asociaciones llamadas "Montes de piedad" (Montepíos) que se dedicaban a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos intereses.
Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús.



La gente lo llamaba: "El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy santo".
Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes.
Un día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: "Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer". Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.
En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: "Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas". Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas.
En seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671.
San Cayetano bendito: lo que tú más deseabas: la conversión de los que somos tan pecadores, es un favor inmenso que no hemos logrado conseguir, pero que tú con tu intercesión nos puedes obtener. Pídele a Dios que nos logremos convertir.


Dichoso el que Confía en Dios (Salmo 83).

TODOS POR UNA PATRIA PARA TODOS


8 de mayo a las 15:00 hs, Celebración por el Bicentenario de la patria:
200 años de la Revolución de Mayo


31 Marzo 2010 2 Comments
Bajo el lema “Con María, construyamos una Patria para todos”, el Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina (DEPLAI), convoca a la misma hora a todo el país a encender una vela, que simbolizará el pedido de una luz nueva de Esperanza para la Argentina, y a rezar una oración por la Patria, por lo que se sugiere que se haga en todas las plazas, en todos los hogares y en todas las calles del país.

Ese día, la celebración tendrá su punto central en la plaza frente a la Basílica de Luján, con una misa presidida por el cardenal Jorge Bergoglio y luego se realizará una celebración ciudadana con la presencia de otros credos. Allí se espera el arribo de numerosas delegaciones de parroquias, colegios, movimientos y asociaciones de la Ciudad de Buenos Aires y de toda la provincia de Buenos Aires.

Se pide a todas las familias que se sumen al gesto de la oración por la Patria a las 15, como así también se las invita a participar del acto central en Luján.

Cabe destacar que la Asociación de Peregrinos a pie a Luján adelanta un día su peregrinación de todos los años, por lo que el viernes 7 de mayo iniciará la caminata a partir de las 17 desde la Basílica San José de Flores para llegar a Luján el sábado 8 de mayo a las 15, y participar del acto central.

El evento se hará en forma simultánea en distintos centros de devoción mariana como Ntra. Sra. de Itatí en Corrientes y Ntra. Sra. del Valle de Catamarca. Además en Salta, Jujuy, La Rioja, San Juan, y en las ciudades de Rosario y Bariloche, entre otras.
Para mayor información comunicarse con:
info@deplai.org.ar
www.deplai.org.ar

ORACION POR LA PATRIA
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación,
una nación cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad
de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén.



Mensaje de los Obispos en el año 2008 al pueblo de Dios
Los obispos argentinos compartimos “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias” del pueblo al que pertenecemos y servimos en esta hora delicada y providencial de nuestra vida nacional.

Desde nuestra fe acudimos a Jesucristo, Señor de la historia, y le dirigimos una súplica confiada para poner bajo su mirada protectora las preocupaciones, desvelos y esperanzas de los argentinos. A Él le ofrecemos nuestro compromiso pastoral en favor del pueblo, especialmente de sus miembros más pobres, débiles y sufrientes.

Por ello peregrinamos, como lo hace el pueblo creyente, a la casa de nuestra Madre de Luján para pedirle que Ella interceda ante su Hijo por las necesidades más urgentes de la Patria. De modo particular queremos pedirle que nos ayude a los argentinos a:

1. valorar y construir con empeño perseverante la amistad social entre todos los habitantes de nuestra Patria, desterrando desencuentros, odios, rencores y enfrentamientos y promoviendo la equidad y la justicia para todos;

2. favorecer y cultivar la disposición al diálogo genuino en la verdad y el respeto entre personas y sectores, como camino indispensable en la búsqueda del bien común;

3. afianzar las instituciones democráticas de la República y el federalismo, respetando la Constitución Nacional, garantía para todos de una convivencia pacífica e incluyente.

Invitamos a todos los fieles a unirse a este gesto orante y a retomar la “oración por la Patria”, tan apreciada en nuestras comunidades, como primero y principal servicio que los católicos argentinos queremos ofrecer a nuestra querida Nación.

95ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina
Pilar, 8 de abril de 2008

JUAN PABLO II, UNA GRAN SACERDOTE



UN SACERDOTE A IMITAR
Juan Pablo II quiso vivir siempre según su identidad sacerdotal. Desde su ordenación, y a través de los distintos servicios que prestó a la Iglesia, ancló su vida en el misterio profundo que toca la existencia de todo sacerdote. Puso todas sus cualidades, toda su riqueza humana y espiritual, al servicio no de sí mismo, sino del don. Y su vida, injertada en el misterio, dio mucho fruto.

Al asumir el ministerio petrino no dejó de sentirse hermano de sus hermanos sacerdotes. Así lo hizo ver en la primera carta dirigida a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo (8 de abril de 1979), que iniciaba con las palabras de san Agustín: “Para vosotros soy obispo, con vosotros soy sacerdote” (Sermón 340,1).

Wojtyla radicó su vida sacerdotal en el amor a Cristo y a la Iglesia. Un amor que convierte al sacerdote en don de Cristo para los demás, llamado como está a darse, a servir, a identificarse con el Señor. Hace suyas, en primera persona, las palabras que dice en la consagración. En la última carta que dirigió a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005, pocos días antes de morir, decía:

“La autodonación de Cristo, que tiene sus orígenes en la vida trinitaria del Dios-Amor, alcanza su expresión más alta en el sacrificio de la Cruz, anticipado sacramentalmente en la Última Cena. No se pueden repetir las palabras de la consagración sin sentirse implicados en este movimiento espiritual. En cierto sentido, el sacerdote debe aprender a decir también de sí mismo, con verdad y generosidad, «tomad y comed». En efecto, su vida tiene sentido si sabe hacerse don, poniéndose a disposición de la comunidad y al servicio de todos los necesitados” (Carta de Juan Pablo II a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005).

Juan Pablo II, sacerdote entre los sacerdotes. También entre quienes vivían en medio de la tentación, entre quienes lloraban sus debilidades y pecados. También entre quienes habían dejado el ejercicio sacerdotal. Lo expresó, casi con voz temblorosa, en la homilía dirigida durante la misa del Jubileo de los sacerdotes (18 de mayo de 2000, día de su cumpleaños):

“¡Os abrazo con gran cariño, queridos sacerdotes del mundo entero! Es un abrazo que no tiene fronteras y que se extiende a los presbíteros de cada Iglesia particular, hasta llegar de manera especial a vosotros, queridos sacerdotes enfermos, solos, probados por las dificultades. Pienso también en aquellos sacerdotes que, por distintas circunstancias, ya no ejercitan el sagrado ministerio, aunque conservan en sí la especial configuración con Cristo que es propia del carácter indeleble del orden sagrado. Rezo mucho también por ellos y os invito a todos a recordarles en la oración para que, gracias a la dispensa alcanzada de manera regular, mantengan vivo en sí el compromiso de la coherencia cristiana y de la comunión eclesial”.

Juan Pablo II, sacerdote también en la hora de la cruz, del dolor, de la agonía. Cuando la palabra no podía pasar del corazón a los labios. Cuando supo hacer de su lecho un altar. Cuando Dios le concedió la gracia de terminar la existencia terrena con un “Amén” que lo asemejaba al ideal que quiso asumir desde el día de su ordenación: ser como Cristo que hace siempre lo que le agrada a su Padre.

LEE, VALE LA PENA APRENDER


Número inmenso de niños muertos antes de nacer
por las manipulaciones genéticas y el aborto.`
por Margarita Fraga Iribarne
Comunicación al X Congreso Católicos y Vida Pública.
Cristo, la esperanza fiable

Mesa Redonda Mártires de la Esperanza
Madrid, 21 al 23 de noviembre de 2008

¿Quiénes son los Santos Inocentes?
Son los niños inocentes a quienes el Rey Herodes mandó matar a causa del odio y el miedo que le produjo el anuncio, hecho por los Magos de Oriente, del nacimiento del “Rey de los judíos” (Mt 2, 1-18).
Estos primeros mártires fueron “la generación perdida” en Belén, en los comienzos de la Era Cristiana. Mientras Jesús, al llegar a la adolescencia, aprendía el oficio de carpintero en Nazaret, en Belén y sus alrededores faltaban aprendices de pastores, de mercaderes, de rabinos… ¿Qué hubieran llegado a ser estos niños? ¿Acaso hubiesen sido discípulos de su coetáneo Jesús...? No lo sabemos. A los Santos Inocentes les arrebataron su vida violentamente por odio a Cristo y sin ser explícitamente confesores de la fe, la Iglesia los considera mártires.

¿Quienes son los Santos Inocentes hoy?
Los nuevos Santos inocentes son “el número inmenso de niños a quienes se impide nacer” (Oración por la vida. Encíclica Evangelium Vitae, nº 105) por el aborto y las manipulaciones genéticas. La muerte de estos niños inocentes es una ofensa directa a Dios, dado que ”el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido en cierto modo, con todo hombre” (Conc. Ecum. Vat II. Gaudium et Spes, 22; Evangelium Vitae, nº 104).
La causa última de estas muertes es el desprecio a la vida por desconocimiento del amor personal de Dios presente en cada hombre ya concebido y es también demostración patente del odio del Maligno a la gloria de Dios: “El hombre que vive es la gloria de Dios”, siguiendo la enseñanza luminosa de S. Ireneo de Lyon (Evangelium Vitae, nº 34).
Los Santos Inocentes de hoy constituyen “la generación perdida”, cuyas consecuencias se hacen cada vez más patentes: faltan aprendices, estudiantes, vocaciones religiosas… Constatamos un invierno demográfico que empobrece nuestra sociedad.

Estamos viviendo un momento de oscuridad cultural.
El Papa Benedicto XVI, en su Encuentro con el mundo de la cultura (París, 12-IX-2008), hace un certero diagnóstico de la cultura actual, nihilista, alejada de las raíces cristianas que construyeron Europa. Como el Apóstol Pablo en su discurso en el Areópago, el Papa anima a “los hombres sabios” representantes de la cultura actual, a reflexionar sobre la necesidad imperiosa que tiene el hombre de hoy, como lo era para los hombres del Medievo, de la búsqueda de Dios y el dejarse encontrar por Él.

Es evidente que “para muchos, Dios se ha convertido realmente en el gran Desconocido”, lo que conlleva terribles consecuencias. “El hombre creado a imagen y semejanza de Dios, al abandonarlo, se hunde en la ‘zona de la desemejanza’, en un alejamiento de Dios en el que ya no lo refleja y así se hace desemejante no solo de Dios, sino también de sí mismo, del verdadero hombre.” Si Dios es ”el gran Desconocido”, podemos concluir que el hombre se convierte en “el pequeño gran desconocido”. El hombre no se reconoce en su dignidad primigenia, en su realidad de hijo de Dios: “Dios que es amor y creó al hombre por amor, lo ha llamado a amar” (Compendio CIC, nº 337).
La ignorancia de este principio subyace en la actual “cultura de la muerte”, dominante en el pensamiento oficial, que presenta a la opinión pública de modo brillante; pero, desesperanzadamente los males como bienes : Las manipulaciones genéticas se proponen como avances científicos, el aborto se defiende como derecho de la mujer, la eutanasia se reclama como muerte digna… De este modo, el hombre llega a sentirse como un pobre animalillo perdido en la inmensidad del cosmos, sin referencia alguna a la trascendencia. No sabe ni de dónde viene ni adónde va. Su dignidad parece depender de su tamaño, de los bienes materiales que posea o de la “calidad de vida” que goce. Así el filósofo Peter Singer defiende el valor superior de los animales sanos, frente al hombre débil, enfermo o en estado de indefensión como los embriones humanos, ya que el criterio para fundamentar el respeto a los seres vivos depende, según este autor, de la capacidad de sentir y ser conscientes de ello.
Juan Pablo II, en la Encíclica Evangelium Vitae (1995), la Carta Magna de la defensa de la vida humana, denuncia las “nuevas amenazas a la vida humana”(E.V. 3) cada vez más numerosas por los medios técnicos empleados y agravadas por el oscurecimiento de la conciencia moral “a la que le cuesta cada vez más percibir la distinción entre el bien y el mal” (E.V. 4).
Actualmente los progresos de la técnica hacen posible la procreación sin unión sexual, mediante el encuentro “in vitro” de células germinales extraídas previamente del varón y de la mujer. Miles, millones tal vez, de embriones humanos son fabricados en todo el mundo, para ser implantados algunos de ellos en el útero de una mujer, pero la mayoría se convierten en embriones sobrantes, que se destruyen o se congelan para su empleo en la investigación. Las posibilidades técnicas son innumerables; por ejemplo, los intentos de aplicar técnicas de producción de seres humanos por clonación, fecundación entre gametos humanos y animales, gestación de embriones humanos en úteros animales... En todos estos casos las manipulaciones genéticas se valoran únicamente por su utilidad científica. En España podemos hablar de 20.000 a 200.000 embriones congelados, porque los datos suministrados por las clínicas que realizan la fecundación artificial humana son absolutamente opacos.
Pero es evidente, tal como recuerdan el Magisterio de la Iglesia y no pocos hombres de ciencia, que no todo lo que es técnicamente posible, por esa sola razón, sea moralmente admisible (Donum Vitae, 4). Esta conclusión es, ciertamente, una consideración teológica, pero es asimismo un postulado de la Ciencia.

La doctrina de la Iglesia Católica es clara y definitiva:
La doctrina magisterial formula constantemente este principio ético: “La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta ‘la acción creadora de Dios’ y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin”(Pablo VI, Professio Fidei, “AAS” 60 1968).
Estas enseñanzas están también recogidas y reafirmadas en la Declaración Donum Vitae, nº 5, en la Encíclica Evangelium Vitae, nº 53) y en el Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2258.
La razón última es que el alma espiritual de cada hombre es “inmediatamente creada por Dios” (Pio XII, Enc. Humani Generis, “AAS” 42 1950; CIC, 366). La Tradición cristiana ha vivido pacíficamente esta verdad, de forma que los “cristianos viejos” habíamos aprendido de memoria en el Catecismo del P. Astete la explicación sencilla del Misterio de la Encarnación:
“En las entrañas de la Virgen Maria formó el Espíritu Santo de la purísima sangre de esta Señora un cuerpo perfectísimo; creó de la nada un alma y la unió a aquel cuerpo y en el mismo instante, a este cuerpo y alma se unió el Hijo de Dios; y de esta suerte el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, quedó hecho hombre” (P. Gaspar Astete S.J. , Catecismo de la Doctrina Cristiana, 11ª).
Si así fue el origen de la humanidad de Jesucristo, Hijo de Dios, nosotros, “todo hombre”, hechos a Su imagen y semejanza, nos considerábamos “nosotros mismos” desde el momento de ser concebidos.
Si hoy observamos un embrión humano recién formado, vivo, fabricado por los científicos, constatamos que es un individuo de la especie humana, por su ADN humano, que genéticamente ya tiene programado su ser, único e irrepetible: raza, altura, color de ojos, etc. Somáticamente, es una vida humana individualizada, por lo que resulta lógico afirmar que se trata de un individuo de la especie humana. Ahora bien, cuestionar si es o no es “persona”, cae fuera de la consideración científica y pasamos al campo de la filosofía. Así el filósofo, ante esta realidad biológica, da un paso más en el razonamiento: si es un individuo vivo de la especie humana, concluye, es una persona, dado que no cabe afirmar que un individuo humano no sea persona.
La Teología apunta aún más alto: si es un individuo vivo de la especie humana, es también persona, y por tanto posee un alma espiritual, eterna, capaz de amar y ser amado, por estar hecho a “imagen y semejanza” de Dios. El alma, principio vital, no se ve en el microscopio, y por eso la visión material de un óvulo fecundado, que pesa tan solo 15 diezmillonésimas de gramo, induce a muchos a negarle su categoría de persona y, mucho más todavía, a no reconocer en él a un hijo de Dios, con un alma capaz de amarle eternamente.
Se le denomina con el término pseudocientífico de preembrión, al que se le puede manipular, utilizar para la investigación o destruirlo sin ninguna traba ética durante estas primeras etapas de desarrollo. Últimamente, para evitar los datos evidentes de la ciencia, algunos autores lo denominan “paraembrión“, pero el cambio terminológico no cambia la realidad. El hecho incuestionable es que “todos hemos sido embriones”, minúsculos, hasta los más altos jugadores de baloncesto. Y todos hemos sido amados por Dios desde el principio.
Recientemente, hemos vivido en España la noticia dada a bombo y platillo del nacimiento del “primer bebé medicamento”, seleccionado entre otros 16 hermanos (¡ posiblemente muchos más!) concebidos por fecundación in vitro, ”para la posible curación“ de otro hermano vivo que padece una grave enfermedad genética. El Doctor D. Justo Aznar, Director del Instituto de Ciencias para la Vida de la Universidad Católica de Valencia, afirma que de cada 100 embriones generados para salvar a un hermano, nacen menos de dos […] para conseguir 40 “niños útiles” hubo que producir 2.706 embriones…” (Andrés y sus hermanos. Alfa y Omega, 30-X-2008).
Es de agradecer la Nota aclaratoria dada por la Conferencia Episcopal Española, en la que se ratifica la ilicitud moral de este procedimiento utilitarista. Pero tal doctrina ha sido acusada inmediatamente de ir contra el avance de la Ciencia.
El Papa Benedicto XVI expresa cristalinamente la razón última que justifica la doctrina católica sobre este tema: “No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario” (Benedicto XVI, Homilía 24-IV- 2005).
Siguiendo el Magisterio de la Iglesia Católica, se impone y es lógico hacerse las siguientes preguntas: Entonces, ¿a dónde van, después de la muerte, todos estos seres humanos pequeñitos de tamaño, pero poseedores de un alma eterna “creada inmediatamente” por Dios, que Se deja atar sus Manos por las manos de los científicos, que en el uso de su libertad, son capaces de producir las circunstancias materiales en las que surge la vida humana? ¿Cómo se manifiesta en ellos el amor infinito de Dios Creador y Padre, en las más débiles e indefensas de sus criaturas, cuando Jesús ha dicho: ”Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18,1-10)?
Estas consideraciones son coherentes también para valorar la muerte de los bebés humanos, sacrificados por el aborto voluntario en el seno materno, antes de su nacimiento natural, tal como se define la expulsión provocada voluntariamente de la vida humana concebida: “En el lenguaje corriente, aborto, es la muerte del feto por su expulsión natural o provocada, en cualquier momento de su vida intrauterina” (cfr. La voz “Aborto”, en C. Simón Vázquez, Diccionario de Bioética, Monte Carmelo 2006).
No es objeto de esta Comunicación estudiar los modos y maneras de cómo se realiza el aborto. Solo señalar que, numéricamente, el aborto voluntario es el hecho más cruel, más feroz, de toda la Historia Humana. Decir “aborto” es entrar en un agujero negro de dimensiones cósmicas, sin fondo. Palabras como desmembrar, trocear, aspirar, quemar, triturar, envenenar… expresan el martirio atroz al que son sometidos los bebés inocentes. Algunos se atreven a sugerir la necesidad de anestesiar a las víctimas, pero no se les aplica ningún sedante, se les niega la capacidad de sufrimiento, para no reconocerlos como seres humanos vivos con categoría de personas.
La obra El genocidio censurado de Antonio Socci (Ed. Cristiandad, Madrid 2007) lleva este significativo subtitulo: Aborto: mil millones de víctimas inocentes. Cantidad que supone la sexta parte de la población mundial.
En España, desde su despenalización en el año 1985, se contabilizan más de 1.100.000 de abortos realizados legalmente. En el año 2006 se realizaron 101.592, cifra en aumento cada año (cfr. Ángeles en la tierra de los autores Ondina Vélez y Pablo F. Gutiérrez. Ed. Palabra 2008). La última y reciente estadística dada por el Ministerio de Sanidad y Consumo presenta la cifra de 112.138 abortos, cometidos legalmente durante el año 2007.
En el presente año 2008, se cumplen 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la Asamblea General de la ONU el 10 de Diciembre de 1948. Esta Declaración, que nació como confesión purificadora ante los horrores de la 2ª Guerra Mundial, está siendo fuertemente presionada en la actualidad para que incluya los llamados “Nuevos Derechos sexuales y reproductivos”, entre los que destacan el derecho al aborto y el derecho a la homosexualidad, para que sean considerados como Derechos Humanos Universales e inamovibles.

Al llegar a este punto de la reflexión, se hace difícil continuar.
El Papa Benedicto XVI, en su visita al Campo de exterminio de Auschwitz (28-05-06), lanzó la terrible pregunta: “¿Dónde estaba Dios?” Es necesario rezar, acudir a la fe de la Iglesia, para no perder la paz interior y la esperanza en una civilización mejor. Se hace preciso orar con el Salmista:
“Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa ; lava del todo mi delito, limpia mi pecado …” (Sal. 50).
Juan Pablo II, en su libro Memoria e identidad (La Esfera de los Libros, S.L. 2005), acierta a explicar el sentido que en la Historia humana tienen las que denomina “ideologías del mal”, en concreto, el nazismo y el comunismo, experimentadas ambas en su propia carne. Estos hechos nos hacen reflexionar sobre la coexistencia del bien y el mal, explicada por Jesús, en la parábola del trigo y la cizaña, que continuará hasta el fin del mundo, cuando seamos juzgados cada uno por nuestras propias obras, “examinados en el amor”. Es impresionante la reflexión hecha por Juan Pablo II: “Después de la caída de los sistemas construidos sobre las ideologías del mal […] se mantiene aún la destrucción legal de vidas humanas concebidas, antes de su nacimiento. Y en este caso se trata de un exterminio decidido incluso por parlamentos elegidos democráticamente, en los cuales se invoca el progreso civil de la sociedad y de la humanidad entera” (Op. cit., pág. 25).
Juan Pablo II, junto a la denuncia y la condena, enseña que la única verdad capaz de contrarrestar el mal de estas ideologías es poner de relieve que Dios es Misericordia, la verdad del Cristo Misericordioso, Redentor del hombre, que levanta al hombre caído por la fuerza del Espíritu Santo que mora en la Iglesia.
Benedicto XVI insiste en esta misma doctrina: ”El mal no está nunca definitivamente vencido: cada generación debe dar su batalla para impedir que vuelva a apoderarse de países enteros […], precisamente ahora nos amenazan nuevas desventuras y parece que vuelven a surgir de los corazones de los hombres todas las fuerzas obscuras” (Auschwitz, mayo 2006).
Durante la preparación del Jubileo del año 2000, el Papa Juan Pablo II decidió constituir una Comisión que estudiara los Nuevos Mártires del s. XX. Se reunieron así doce mil testimonios de testigos de la fe en todo el mundo. Se encomendó desde 1993 su recuerdo y culto a la Comunidad de San Egidio en la Basílica de San Bartolomé, situada en la isla Tiberina de Roma. La Basílica consta de “seis altares que recuerdan a los cristianos caídos bajo la violencia totalitaria del comunismo y del nazismo, a los asesinados en América, en Asia y en Oceanía, en España, en México y en África” ( Benedicto XVI, Homilía 7-IV-2008).
Un Icono colocado sobre el altar mayor representa algunos testigos de la fe, incluso de distintas confesiones cristianas, no canonizados oficialmente. En la parte superior se ve un grupo de figuras vestidas de blanco, con palmas en las manos, adultos y niños, rodeando la figura de Cristo resucitado. A sus pies, dos ángeles portan una cartela con la cita del Apocalipsis: “Atravesaron la gran tribulación” (Ap 7,14). La Basílica está muy próxima a la Gran Sinagoga de Roma y fue lugar de refugio para los judíos perseguidos en 1943. Todas estas circunstancias le confieren un carácter acogedor y ecuménico. Actualmente, recoge también testimonios de los cristianos muertos en el presente siglo, los Mártires del s. XXI. Al visitarla, estuve contemplando largamente el Icono central: el cortejo de figuras vestidas de blanco, hombres, mujeres y niños… “una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblos y lenguas…” (Ap 7,9), ”Estos son los que vienen de la gran tribulación…” (Ap 7,14). ¿Y quienes más atribulados y martirizados que los embriones y bebés, manipulados y abortados? ¡Pero que difícil es verlos, pintarlos!, ¡son tan pequeños!.
El 20 de Abril de 2007 se hizo público un Documento de la Comisión Teológica Internacional titulado La esperanza de salvación para los niños que mueren sin ser bautizados. El consentimiento y aceptación por parte del Papa Benedicto XVI se hizo explícito para su publicación. No obstante, por el momento, no tiene un valor magisterial, por no haber obtenido declaración alguna por parte del Magisterio del Colegio Episcopal con su cabeza el Papa. Se trata, pues, de un documento teológico emanado por “urgentes necesidades pastorales”. Pero sus argumentos contestan a todas las preguntas que surgen en el corazón de las madres que hemos vivido el aborto natural. Asimismo, presupone todas las cuestiones que surgen ante el terrible panorama expuesto anteriormente “del número inmenso de niños a quienes se impide nacer”, a causa de las manipulaciones genéticas y del aborto. El Documento funda la esperanza de que los niños no bautizados estén también en el cielo, en argumentos basados en el proyecto universal de salvación querido por Dios. Estas son las razones presentadas:

Primera: La voluntad salvífica universal de Dios Padre, que es no solo justo, sino infinitamente misericordioso. El profeta Isaías nos revela el corazón de Dios y su ternura maternal:”¿Puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” (Is 49, 15).
Segunda: El amor preferencial de Jesús por los niños: “Dejad que los niños vengan a Mí, y no se lo impidáis” (Mt 19, 13-16).
Tercera: El Espíritu Santo, que por caminos tantas veces desconocidos, ofrece a todos la posibilidad de asociarse con el Misterio Pascual de la salvación.

Siguiendo esta doctrina: ¿Podría la Iglesia algún día reconocer y venerar como Mártires a los niños víctimas de las manipulaciones genéticas y del aborto procurado, de un modo similar a como considera y venera a los Santos Inocentes de Belén?
A este respecto es revelador el párrafo 104 de la Conclusión de la Encíclica Evangelium Vitae, que recoge y comenta diversas afirmaciones del Libro del Apocalipsis. En él se destaca la “gran señal” de la “Mujer” (Ap12, 1), que es acompañada por “otra señal en el cielo”: se trata de “un gran Dragón rojo” (Ap12, 3) que simboliza a Satanás, potencia personal maléfica, y, al mismo tiempo, a todas las fuerzas del mal que intervienen en la historia y dificultan la misión de la Iglesia. “
Con ello, el Papa quiere subrayar que “también en esto María ilumina a la Comunidad de los creyentes. En efecto, la hostilidad de las fuerzas del mal es una oposición encubierta que, antes de afectar a los discípulos de Jesús, va contra su Madre. Para salvar la vida del Hijo de cuantos lo temen como una amenaza peligrosa, María debe huir con José y el Niño a Egipto (Mt 2, 13-15). María ayuda así a la Iglesia a tomar conciencia de que la vida está siempre en el centro de una gran lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. El Dragón quiere devorar al Niño recién nacido, figura de Cristo (Ap 12, 4), al que María engendra en la “plenitud de los tiempos” (Gal 4, 4) y al que la Iglesia debe presentar continuamente a los hombres de las diversas épocas de la Historia. Pero, en cierto sentido, es también figura de cada hombre, de cada niño, especialmente de cada criatura débil y amenazada, porque, como recuerda el Concilio Vaticano II, “El Hijo de Dios, con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Past. Gaudium et spes, 22) Precisamente en la “carne” de cada hombre, Cristo continua revelándose y entra en comunión con nosotros, de modo que el rechazo de la vida del hombre, en sus diversas formas, es realmente rechazo de Cristo.

Esta es la verdad fascinante y al mismo tiempo exigente, que Cristo nos descubre y que su Iglesia continúa presentando incansablemente: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a Mí me recibe”(Mc 9,37). “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis” (Mt 25,40).

El Documento de la Comisión Teológica Internacional habla de la necesidad de profundizar en la “eclesiología de comunión” -en la comunión de los santos- y en la necesidad de un estudio más atento de “la teología de la esperanza”.
La Iglesia es una madre que reza, que tiene esperanza en la salvación eterna de sus hijos. ¿Y cómo no va a esperar la salvación de los más pequeños? ¿Y por qué no venerar como Mártires a estos bebés humanos, muertos por la soberbia de unos científicos endiosados que muerden el fruto prohibido del árbol de la vida o que son asesinados por la codicia o por el miedo a aceptar la voluntad de Dios, presente en cada ser humano que vive?
Ciertamente, parece que no se dan las razones teológicas para “canonizarlos”. No siempre el aborto, y las manipulaciones genéticas, se hacen por odio a la fe de un modo explícito sino por otros motivos aparentemente ajenos a cualquier consideración cristiana. Pero es frecuente que el “odio a la fe” esté presente en no pocas ideologías favorables al aborto.
Comenzamos ya a escuchar la denominación de”los nuevos Santos Inocentes“, para los niños víctimas del aborto en diversas manifestaciones culturales y homilías incluso de algunos obispos .En este supuesto, de algún modo, participan del significado de la Fiesta litúrgica del 28 de Diciembre respecto a los niños ya nacidos que fueron inmolados por la codicia de un rey sanguinario.
La Beata Madre Teresa de Calcuta decía: “Los niños que aún no han nacido son los más pobres entre los pobres. ¡Están tan cerca de Dios...! Yo siempre les suplico a los médicos de los Hospitales de la India que no maten jamás a un niño. Si nadie lo quiere, me lo quedaré yo” (Orar con Teresa de Calcuta. Ed. Desclee de Brouwer 2003, 34, 5).
Con el mismo simbolismo, en el Primer Congreso de Oración por la Vida, celebrado en Fátima (Octubre 2006) rezamos el Via Crucis, siguiendo el Camino de los Pastorcitos, que une Cova de Iría con Aljustrel. El Via Crucis iba presidido por una cruz, formada con el instrumental empleado en clínicas abortistas, realizada por las Hermanas de la Vida, fundadas por el Cardenal O’Connor de Nueva York.

PERSECUCIONES A LOS DEFENSORES DE LA VIDA
“La vida humana está siempre en el centro de una gran lucha, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas” (Evangelium Vitae, 104). La vida aún no nacida está amenazada por una persecución solapada y de extrema violencia a la vez. Y sus defensores la experimentan también ..
El célebre Dr. Bernard Nathanson, en su autobiografía -La mano de Dios (Ed. Palabra 1997)- narra su conversión al catolicismo a través de la defensa de la vida. Cuenta como le impresionaban las manifestaciones de los defensores de la vida ante las clínicas de abortos, rezando, cantando pacífica y desinteresadamente, para terminar siendo detenidos y golpeados por la policía.
. Él mismo Nathanson y su mujer fueron denunciados y juzgados por un Juzgado federal de Nueva York por participar, después de su conversión, en estas manifestaciones pro-vida. “Resolvimos el caso […] y resultaba caro, aunque no me arrepiento de haber gastado hasta el último céntimo que me gasté” (op. cit., pág. 235).
Se pueden citar otros casos más cercanos. El Dr. Jesús Poveda, fundador del Movimiento Pro-vida en España, es un buen conocedor de varias comisarías madrileñas. El líder pro-vida mexicano, D. Jorge Serrano Limón, encontró un puñal clavado en el sillón de su despacho como advertencia.
Doña Amparo Medina (Ecuador), recibió en este año 2008 tantas amenazas de muerte, por su oposición a la legalización del aborto en su país, que tuvo que cambiar de domicilio (crf. Anexo nº 1).
Muchas legislaciones a favor del aborto son motivadas por razones contra la fe católica. La prueba es que incluso tratan de negar el derecho a la objeción de conciencia. Por ejemplo, en Uruguay se ha presentado un proyecto de Ley de Salud sexual y reproductiva que fue aprobado por un estrecho margen de votos en el Senado y en el Congreso. (Noviembre 2008)
La Ley fue vetada, a posteriori, por el Presidente Dr. Tabaré Vázquez, que argumentó así su decisión :”El verdadero grado de civilización de una nación se mide por como se protege a los mas necesitados […] Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los afectos que suscita a los demás, o de la utilidad que presta, sino del valor que resulta su mera existencia”.
. La Ley incluía la prohibición de la objeción de conciencia para los médicos que tendrían que aplicarla, con la consecuente discriminación que esto supondría para los profesionales del mundo de la salud. El propio Presidente Tabaré Vázquez ha abandonado la militancia en el Partido Socialista por los ataques recibidos por sus compañeros en la política.
Esto mismo se quiere imponer en España a través del Proyecto de Ley del Aborto presentado al Congreso.
Es estimulante recordar a los cristianos empeñados en esta gran tarea de la defensa de la vida y la dignidad humana que en ellos se cumplen las palabras de Jesús: “Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 10).

CONVERSIONES A LA VIDA

Juan Pablo II, en la obra ya citada, Memoria e identidad, hace una cita impresionante de Goethe: “El diablo es una parte de esa fuerza que desea siempre el mal y que termina siempre haciendo el bien” (pág. 29). Esta afirmación puede aplicarse al oscuro y demoníaco imperio de la “cultura de la muerte”. Se confrontan el bien y el mal, pero así como surge el odio a la fe, en ocasiones también es motivo de una nueva conversión a la vida cristiana.
Los testimonios de los “convertidos” desde la defensa del aborto al bando de los defensores de la vida son reveladores: “Al abandonar el mundo satánico del aborto me convertí en un médico provida. Y de ahí, agarrándome a la mano de Dios, salté a la Vida en la iglesia Católica (Bernard Nathanson, op. cit.). La madrina de Bautismo del Doctor Nathanson, fue Joan Andrews “ una heroína del movimiento pro –vida que pasó varios años en prisión dando testimonio de los males del aborto “(Epílogo op.cit. pág, 243)
Norma McCorvey, nombre autentico de “Jane Roe”, protagonista de la sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos ”Roe versus Wade” (22/01/1973), que legalizó el aborto en este país, cuenta su conversión a través de su amistad con una mujer del Movimiento Pro-vida americano: “Durante una misa caí de rodillas y pedí perdón” (Antonio Socci, El Genocidio censurado. Ediciones Cristiandad, 2007, pág. 113).
Junto a estos dos conversos superfamosos, conocemos el testimonio de mujeres y de hombres, que en su angustia ante lo irreversible del aborto llevado a cabo, vuelven sus ojos a Dios, buscando el perdón y la paz. En algunas publicaciones, tales como Myriam… ¿por qué lloras (Ed. Combel S.A., 2004) y Yo aborté (Sara Martín, Voz de Papel, 2005), se pueden leer testimonios de mujeres que sufren el síndrome del postaborto y su necesidad de alcanzar el perdón de Dios.
Contaré una historia vivida personalmente. La Asociación Evangelium Vitae acude a rezar el Rosario en expiación de los pecados cometidos contra la vida, ante la clínica Dator Médica, de Madrid, los primeros domingos de cada mes. El Domingo de Resurrección del año 2007, acudimos a rezar una vez más ante ese Monte Calvario, donde mueren tantos inocentes. Allí siempre es Viernes Santo, y por este motivo rezamos siempre los Misterios Dolorosos, pero, siendo Domingo de Resurrección, decidimos rezar aquel día los Misterios Gloriosos. Éramos pocos los orantes. De la clínica sale un grupo de gente joven. Una pareja se besa con ternura. Está claro que ella necesita el apoyo de él, ante lo cometido, y que ya es irreversible. La oración se vuelve más profunda. Suben a un coche aparcado ante nosotros. El motor en marcha, mientras vamos desgranando, lentamente, un misterio entero. ”Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores…”. De pronto, se abren las puertas del coche y una mujer y un hombre salen y nos abordan. ”¿Por qué rezáis aquí?”. “Porque desde esta clínica suben muchos niños al cielo. Pedimos perdón y ayuda para sus madres, para sus padres, para los médicos…” Escuchamos una dolorosa confesión en la que se entrelazaban engaños e ignorancia. “Nos dijeron que podía venir mal, enfermo… No podría llevarlo a jugar al fútbol. Tendría que llevarlo al hospital, en vez de al colegio…”Intuían que habían hecho algo terrible, definitivo.
No era momento de condenar, sino de ofrecer acogida, amor de Dios. Lloramos con ellos, les hablamos de la necesidad de resucitar. Se llevaron la Oración por la vida, de Juan Pablo II. Se despidieron diciendo: “Gracias, por estar rezando aquí”. Recordaremos siempre sus ojos, llenos de tristeza, espejos del alma.
Visitando este año 2008, la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, he podido comprobar con asombro que el lugar desde el que acompañaban a Jesús Crucificado, Su Madre la Virgen, las Santas Mujeres y San Juan, señalado por un templete, esta equidistante del lugar de Su muerte en el Calvario y del Sepulcro vacío, lugar de la Resurrección. A una distancia similar, nos situamos nosotros, ante la puerta de Dator Médica, la esquina más fría, obscura y sobrecogedora de toda la ciudad, a rezar, a pedir perdón y resurrección para todos los actores del drama del aborto. Con sentido nuevo, nos unimos a la oración de Jesús: “Perdónales Señor, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 33).

CONCLUSIONES
Las ideas recogidas en esta Comunicación van destinadas a suscitar una reflexión por parte de los expertos en las “Causas de los Santos”, sobre la posibilidad de otorgar cierta veneración “al inmenso número de niños a quienes se impide nacer” a causa de las manipulaciones genéticas y el aborto y a poner de relieve las ideas anticristianas que subyacen en la “cultura de la muerte”, por lo que se podría considerar a estos niños como los “Nuevos Santos Inocentes”.
En las “Causas de los Santos”, para declarar la realidad del martirio como “supremo testimonio de la verdad de la fe… testimonio que llega hasta la muerte” (CIC, 2473), lo fundamental no es la crueldad a la que se somete al mártir, sino “la causa”, por la que entrega su vida: “El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad”(CIC, 247). En las manipulaciones genéticas y en el aborto como en cada una de las manifestaciones de la “cultura de la muerte “, eutanasia, terrorismo, guerras, etc…no siempre se da el odio a la fe explícitamente pero si son siempre expresión de la acción del Maligno que pretende constituirse como el único Príncipe de este mundo en oposición clara a la voluntad y gloria de Dios.
A esta Comunicación adjuntamos el Anexo 1, en el cual se puede leer el correo llegado desde Ecuador relatando las amenazas recibidas por los defensores de la vida y la profanación de iglesias, promovidas desde las más altas instancias gubernativas del país.
Durante la visita (Octubre 2008) al puerto de Valencia del llamado “Yate del aborto”, yate de bandera holandesa, preparado para realizar abortos, aunque no se ajusten a legalidad del país donde atraque, se repartió una sacrílega “Oración por el derecho al aborto”, en la que se pedía entre otros dislates que las mujeres que deseen abortar sean liberadas “de la autoridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Evidente blasfemia contra la fe en Dios, Padre y Creador de la vida. Desde la Asociación Evangelium Vitae dirigimos una carta a los medios de comunicación en estos términos ante el ambiente festivo de los manifestantes abortistas: “Los defensores de la cultura de la muerte son así, capaces de convertir un funeral en un baile de disfraces, para ocultar, tras las máscaras de forzadas sonrisas, las penas del alma..Recemos a la Virgen de los Desamparados…”(Alfa y Omega 30/ X / 2008).
En ambos testimonios se hace patente la presencia personal y real del Maligno que habita en la “cultura de la muerte”. Es evidente que el demonio alimenta en sus seguidores el “odium fidei” que hace nacer testigos de la fe, “mártires”. Esto añade gravedad a las persecuciones a las que son sometidos los defensores de la vida. Citando a Tertuliano, el Catecismo de la Iglesia Católica afirma: ”La sangre de los mártires es semilla de cristianos” (CIC, 852).
En este Año paulino, resuenan con mas fuerza las palabras del Apóstol Pablo a los Romanos: “ Pero si creció el pecado, más desbordante fue la gracia” (Rm 5, 20). Esta es nuestra esperanza y nuestro consuelo.
La Asociación Evangelium Vitae nació en el año 1998 como respuesta a la llamada que el Papa Juan Pablo II dejó escrita en la Encíclica de la que hemos tomado el nombre: “Es urgente una gran oración por la vida que abarque al mundo entero” (EV, 100).
Con este objetivo, en el primer Congreso “Católicos y Vida Pública” (1999) presentamos una Comunicación titulada “Defensa de la vida en la Doctrina social de la Iglesia. Influencia en la vida social y familiar”, donde se narraba su gestación y nacimiento (pág. 615).
El carisma de nuestra Asociación es abrir un camino de oración por la “Causa de la vida”, y poner de relieve la necesidad de la expiación por los pecados cometidos contra el plan de Dios: aborto, eutanasia, divorcio, etc. (Estatutos fundacionales. Título II. Finalidades).
En el año 2006 presentamos una nueva Comunicación al Congreso correspondiente a este año titulada “Santa María Madre de la Vida. Historia de una advocación teológica”. Es una propuesta para la inclusión de la invocación “Mater Vitae. Ora pro nobis” en las letanías del Rosario” (Actas del Congreso, pág 1075). Si se aceptase dicha propuesta, ”la oración por la vida, abarcaría el mundo entero” según el deseo expresado por el Papa Juan Pablo II.
En este año en la Asociación Evangelium Vitae, conociendo el enorme dolor que hiere el corazón de la madre que sufre las consecuencias de haber abortado a su hijo, hemos redactado el texto de la “Oración desde el dolor de una madre arrepentida por el aborto de su hijo” , que se imprimirá en breve, por haber obtenido ya la “licencia eclesiástica”. Esta Oración concluye con la invocación: “Santos Inocentes, rogad por nosotros”.
Invocándolos como intercesores para la conversión de todos los que han intervenido en su muerte martirial: madres, y padres, familiares y amigos, personal sanitario, políticos…, intuimos que ayudarían a “conseguir que la fuerza que viene de lo alto haga caer los muros del engaño y la mentira, que esconden a los ojos de tantos hermanos y hermanas nuestros la naturaleza perversa de comportamientos y de leyes hostiles a la vida, y abra sus corazones a propósitos e intenciones inspirados en la civilización de la vida y del amor” (E.V., 100). La presencia espiritual de estos pequeños-grandes Mártires los hará visibles a la Iglesia y al mundo.
Pedimos, por último, a la Comunidad de San Egidio, a quien ha correspondido la presidencia de la Mesa Redonda sobre “Mártires de la esperanza”, que incluya en la Basílica de San Bartolomé de Roma la veneración al grupo más numeroso de mártires de la Historia:
LOS NUEVOS SANTOS INOCENTES.
Que Nuestra Señora, Santa María, Madre de la Vida, ruegue por nosotros pecadores ”para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y el amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida”(Oración por la Vida. Juan Pablo II. Evangelium Vitae 105).
Laus Deo.
Margarita Mª Fraga Iribarne.
Asociación Evangelium Vitae.

SAN CASIMIRO Y FELICITAS

San Casimiro de Polonia
1458-1484
Fiesta: 4 de Marzo



Etim: Del polaco, "Casimiro": (Kas: imponer, Mir: paz)"el que impone la paz".
Hijo del rey de Polonia, nació el año 1458. Cultivó de manera eminente las virtudes cristianas, sobre todo la castidad y la caridad con los pobres. Gran defensor de la fe, tuvo particular devoción a la eucaristía y a la Virgen María. Murió tuberculoso el año 1484 en Grodno (antigua Polonia) y está enterrado en Vilna (Lituania).
Invirtió su tesoro según el mandato del Altísimo -vida de San Casimiro por un autor casi contemporaneo.
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Casimiro nació en 1458 en Cracovia (sur de Polonia). El tercero de los trece hijos del rey Casimiro. Su madre Isabel, hija del emperador de Austria, se esmeró en la formación católica de sus hijos. En una carta a una amiga enumera las cualidades que debe tener una buena madre.

Casimiro tuvo además dos grandes maestros:
1-El Padre Juan, polaco con gran fama de santidad y sabiduría. Escribió: "Casimiro es un joven excepcional en cuanto a virtud".
2-El profesor Calímaco, gran sabio que había sido secretario de Pío II. Según Calímaco: "Casimiro es un adolescente santo".

Según los biógrafos de Casimiro, su más grande anhelo y su más fuerte deseo era siempre agradar a Dios. Para eso trataba de dominar su cuerpo, antes de que las pasiones sensuales mancharan su alma. A pesar de ser hijo del rey vestía sencillamente. Se mortificaba en el comer, en el beber, en el mirar y en el dormir. Muchas veces dormía sobre el puro suelo y se esforzaba por no tomar licor. Si tomamos en cuenta que vivía en un palacio donde el ambiente invitaba a la vida fácil, podremos entender la virtud de este joven santo.

El centro de su devoción era la Pasión y Muerte de Jesucristo la cual meditaba a profundidad paso a paso. Era también muy devoto de Jesús Sacramentado. Mientras por el día ayudaba a su padre en el gobierno del reino, de noche pasaba horas de adoración. Demostró también gran amor a los pobres. La gente se admiraba de que siendo hijo de un rey, nunca ni en sus palabras ni en su trato se mostraba orgulloso o despreciador con ninguno, ni siquiera con los más miserables y antipáticos. Según el biógrafo enviado por el Papa León X, la caridad de Casimiro era casi increíble, un verdadero don del Espíritu Santo. Entregaba a los pobres no solo bienes materiales sino también su tiempo, sus energías, su inteligencia y su influencia respecto a su padre. Prefería siempre a los más afligidos, a los más pobres, a los extranjeros que no tenían a nadie que los socorriera, y a los enfermos. Defendía a los miserables y por eso el pueblo lo llamaba "el defensor de los pobres".

Su padre quiso casarlo con la hija del Emperador Federico, pero Casimiro dijo que le había prometido a la Virgen Santísima conservarse en perpetua castidad.

Los secretarios y otras personas que vivieron con Casimiro confirman que lo más probable es que este santo joven no cometió ni un solo pecado grave en toda su vida. Casimiro llegó, como San Luis Gonzaga, San Gabriel de la Dolorosa, San Estanislao de Koska, San Juan Berchmans y Santa Teresita de Jesús, a una gran santidad, en muy pocos años.

Se enfermó de tuberculosis, y el 4 de marzo de 1484, a la edad de 26 años, murió santamente dejando en todos los más edificantes recuerdos de bondad y de pureza. Lo sepultaron en Vilma, capital de Lituania.

Incorrupto
A los 120 años de enterrado abrieron su sepulcro y encontraron su cuerpo incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Ni siquiera sus vestidos se habían dañado, y eso que el sitio donde lo habían sepultado era muy húmedo. Sobre su pecho encontraron una poesía a la Sma. Virgen María, que él había recitado frecuentemente y que mandó que la colocaran sobre su cadáver cuando lo fueran a enterrar: "Cada día alma mía, di a María su alabanza. En sus fiestas la honrarás y su culto extenderás..."

San Casimiro trabajó incansablemente por extender la religión católica en Polonia y Lituania. Sin duda su intercesión desde el cielo mantiene a estas naciones firmes en la fe, a pesar de grandes dificultades.


SANTAS PERPETUA Y FELICITAS


y compañeros mártires en Cartago
7 de marzo, c.205

Perpetua nacida en la nobleza, conversa.
Esposa y madre. Fue martirizada con su servidora y amiga y otros mártires
En el siglo IV se leían las actas de estas santas en las iglesias de Africa. El pueblo les profesaba una estima tan grande que San Agustín se vio obligado a publicar una protesta para evitar que se las considerara en plano de igualdad con la Sagrada Escritura.
Durante la persecución del emperador Severo, fueron arrestados en Cartago cinco catecúmenos el año 205. Eran estos Revocato, Felícitas (su compañera de esclavitud, que estaba embarazada desde hacía varios meses), Saturnino, Secúndulo y Vibia Perpetua. Esta última tenía 22 años de edad, era madre de un pequeñín y tenía buena posición. A estos cinco se unió Sáturo quien les había instruido en la fe y se negó a abandonarles.
Perpetua escribió las actas: "Yo estaba todavía con mis compañeros. Mi padre, que me quería mucho, trataba de darme razones para debilitar mi fe y apartarme de mi propósito. Yo le respondí: "Padre, ¿no ves ese cántaro o jarro, o como quieras llamarlo?... ¿Acaso puede llamarlo con un nombre que no le designe por lo que es?" "No", replicó él. "Pues tampoco yo puedo llamarme por un nombre que no signifique lo que soy: cristiana". Al oír la palabra "cristiana", mi padre se lanzó sobre mí y trató de arrancarme los ojos, pero sólo me golpeó un poco, pues mis compañeros le detuvieron... Yo di gracias a Dios por el descanso de no ver a mi padre durante algún tiempo... En esos días recibí el bautismo y el Espíritu me movió a no pedir más que la gracia de soportar el martirio. Al poco tiempo, nos trasladaron a una prisión donde yo tuve mucho miedo, pues nunca había vivido en tal oscuridad. ¡Que horrible día! El calor era insoportable, pues la prisión estaba llena. Los soldados nos trataban brutalmente. Para colmo de males, yo tenía ya dolores de vientre..."
Mas tarde, Perpetua tuvo un sueño que le ayudó a prepararse para el martirio. Su padre regresó para implorarle que renunciara a su fe para evitar el martirio. Le decía de rodillas y besando sus manos: "... Piensa en tu madre y en la hermana de tu madre; piensa sobre todo en tu hijo, que no podrá sobrevivirte. Depón tu orgullo y no nos arruines, pues jamás podremos volver a hablar como hombres libres, si te sucede algo". Ella le respondió: "Las cosas sucederán como Dios disponga, pues estamos en Sus manos y no en las nuestras"
Condujeron a los reos a la plaza del mercado para juzgarlos ante una multitud. Narra Perpetua: "Todos los que fueron juzgados antes de mí confesaron la fe. Cuando me llegó el turno, mi padre se aproximó con mi hijo en brazos y, haciéndome bajar de la plataforma, me suplicó: ´Apiádate de tu hijo´. El presidente Hilariano se unió a los ruegos de mi padre, diciéndome: ´Apiádate de las canas de tu padre y de la tierna infancia de tu hijo. Ofrece sacrificios por la prosperidad de los emperadores´. Yo respondí: ¡No! ´¿Eres cristiana?´, me preguntó Hilariano. Yo contesté: "Sí, soy cristiana.´ Como mi padre persistiese en apartarme de mi resolución, Hilariano mandó que le echasen fuera y los soldados le golpearon con un bastón. Eso me dolió como si me hubiesen golpeado a mí, pues era horrible ver que maltrataban a mi padre anciano. Entonces el juez nos condenó a todos a las fieras y volvimos llenos de gozo a la prisión. Como mi hijo estaba acostumbrado al pecho, rogué a Pomponio que le trajese a la prisión, pero mi padre se negó a dejarle venir. Pero Dios dispuso las cosas de suerte que mi hijo no extrañó el pecho y a mi no me hizo sufrir la leche de mis pechos."
Según parece, Secúndulo había muerto en la prisión antes del juicio. Antes de dictar sentencia, Hilariano había mandado azotar a Revocato y Saturnino y abofetear a Perpetua y Felícitas. Se reservó a los mártires para los espectáculos que se iban a ofrecer a los soldados durante las fiestas de Geta, a quien su padre, Severo, había nombrado César cuatro años antes, en tanto que había nombrado Augusto a su hijo Caracala.
Santa Perpetua relata otra de sus visiones: "Pocos días después, mientras estaba yo orando, se me escapó el nombre de Dinócrates (su hermano de sangre que había muerto a los siete años). La cosa me sorprendió mucho, pues yo no estaba pensando en él. Al punto comprendí que debía orar por él y así lo hice con gran fervor e insistencia..."
Felícitas tenía miedo de que se la privase del martirio, porque generalmente no se condenaba a la pena capital a las mujeres embarazadas. Todos los mártires oraron por ella y así dio a luz a una hija en la prisión; uno de los cristianos adoptó a la niña.
Según las actas: "El día del martirio los prisioneros salieron de la cárcel como si fuesen al cielo... La multitud, furiosa al ver la valentía de los mártires, pidió a gritos que les azotaran; así pues, cada uno de ellos recibió un latigazo al pasar frente a los gladiadores." Sáturo fe echado varias bestias que no le dañaron. Al fín "un leopardo saltó sobre él y le dejó cubierto de sangre en un instante. La multitud gritaba: ´¡Ahora sí está bien bautizado!´ El mártir, ya agonizante, dijo a Pudente: ´¡Adios! Conserva la fe, acuérdate de mí, y que esto sirva para confirmarte y no para confundirte.´ Y, tomando el anillo del carcelero, lo mojó en su propia sangre, lo devolvió a Pudente y murió. Así fue a esperar a Perpetua, como esta lo había predicho."
"Perpetua y Felícitas fueron arrojadas a una vaca salvaje. La fiera atacó primero a Perpetua, quien cayó de espaldas; pero la mártir se sentó inmediatamente, se cubrió con su túnica desgarrada y se arregló un poco los cabellos para que la multitud no creyese que tenía miedo. Después fue a reunirse con Felícitas que yacía tambien por tierra. Juntas esperaron el siguiente ataque de la fiera; pero la multitud gritó que con eso bastaba; los guardias las hicieron salir por la Puerta Sanavivaria, que era por donde salían los gladiadores victoriosos. Al pasar por ahí, Perpetua volvió en sí de una especie de éxtasis y preguntó si pronto iba a enfrentarse con las fieras. Cuando le dijeron lo que había sucedido, la santa no podía creerlo, hasta que vio sobre su cuerpo y sus vestidos las señales de la lucha. Entonces llamó a su hermano y al catecúmeno Rústico y les dijo: ´Permaneced firmes en la fe y guardad la caridad entre vosotros; no dejéis que los sufrimientos se conviertan en piedra de escándalo´. Entre tanto la veleidosa muchedumbre pidió que las mártires compareciesen nuevamente; así se hizo, con gran gozo para las dos santas. Después de haberse dado el beso de la paz, Felícitas fue decapitada por los gladiadores. El verdugo de Perpetua, que estaba muy nervioso, erró en el primero golpe, arrancando un grito a la mártir; ella misma tendió el cuello para el segundo golpe. ´Tal vez porque una mujer tan grande... sólo podía morir voluntariamente".
En 1907, el P. Delattre descubrió y restauró una antigua inscripción en la basílica Majorum de Cartago. En dicha basílica habían sido enterrados los cuerpos de los mártires, según dice expresamente Victor Vitese, un obispo africano del siglo V que había visitado la tumba. El contenido de la inscripción es el siguiente: "Aquí reposan los mártires Sáturo, Saturnino, Revocato, Secúndulo, Felícitas y Perpetua, quienes sufrieron en las nonas de marzo". Sin embargo, no es posible afirmar con toda certeza que esa inscripción sea la de la losa sepulcral de los mártires.
El martirio se conmemoraba originalmente en las nonas de marzo (7 de marzo). Estos mártires aparecen en todos los calendarios y martirologios antiguos, como por ejemplo en el calendario filocaliano de Roma, (354 P.C.)

SANTOS DE LA SEMANA


23 de Febrero
SAN PEDRO DAMIÁN
Obispo y doctor de la Iglesia
(988-1072)

Si nos dejáramos guiar a veces por las apariencias nuestros errores serían enormes. La Divina Providencia sabe guiar nuestros pasos aunque en tantas ocasiones no lo sepamos apreciar. Así pensaría en el oscuro porvenir este niño que lo abandonan sus padres, que lleva vida de animalillo de muy pequeño, que cuando ya es mayorcillo un hermano suyo lo trata con inusitada crueldad y para que pueda comer lo envía a guardar sus cerdos... Pero el Señor le dio un corazón de oro y unas cualidades nada comunes que después alguien sabrá apreciar. Va un día de camino y se encuentra una moneda de oro. Nunca había visto cosa tan preciosa. En lugar de comprarse algo útil o superfluo, entra en una Iglesia y con aquella moneda encarga que celebren una Misa por sus ya difuntos padres.
Un hermano suyo, que era arcipreste de Ravenna, se encuentra con él y lo toma bajo su cuidado. Le hace que estudie y pronto descubre en él cualidades tan extraordinarias que muy pronto llega a escalar todos los más difíciles puestos, tanto en la cátedra como en la Iglesia. No pensarían los que le vieron llevar vida infrahumana y cuidando puercos que un día llegaría el papa Alejandro II a presentarlo al Episcopado de Francia como su Legado y les escribiría: "Os enviamos al que después de Nos tiene la mayor autoridad en la Iglesia Romana, a Pedro Damián, Cardenal Obispo de Ostia, que es como la pupila de nuestros ojos y el más firme baluarte de la Sede Apostólica...".
Mientras estudiaba fue la admiración de todos sus compañeros y profesores y pronto fue elegido él mismo Profesor de las más renombradas Universidades como Parma, Faenza, Ravenna... A pesar de gustarle tanto la ciencia no le llenaba por completo y aspiró a algo más sólido y duradero. Abandonó el género de vida que llevaba y se entregó al asunto más importante: el de cuidar su alma. Se acababa de fundar un Monasterio en Fontavellana, al pie del Apenino y pidió ser admitido como religioso... Pronto sus cualidades llaman la atención y es elegido por unanimidad superior del Monasterio. Al vestir el hábito, como agradecido recuerdo a su buen hermano que tanto le ayudó, toma su nombre: Damián. Es un modelo de observancia para todos los monjes. Sobre todo se distingue en dos cosas: Su fervorosa y prolongada oración y su penitencia o maceración de su cuerpo. A este tiempo se debe la publicación de su preciosa obra Alabanza de la disciplina, en la que sin intentarlo hace una maravillosa fotografía de sí mismo. "El monje, dice él, debe ser sacrificado y privarse de muchas cosas que tendría en el mundo..."
No eran fáciles aquellos tiempos del siglo XI que le tocó vivir a Damián. A pesar de estar muy metido en su Monasterio y sólo entregado al cuidado de su alma y de sus monjes, aún así veía que algo había que hacer contra tanta hediondez y podredumbre. El Papa Esteban IX le nombró Cardenal, a pesar de que él luchó por verse libre de este honor. Se entregó a predicar por todas partes, como legado de Papas y Reyes, la buena Nueva del Evangelio. Lo hacía con una elocuencia que arrebataba y convencía... El Papa quiso tenerlo cerca de sí y le nombró a la vez Obispo de Ostia. Desde allí ilumina y fustiga las herejías de cualquier tipo: Simonía, relajación de costumbres entre el clero, intromisión de los poderes civiles en lo eclesiástico...
A todos llega su benéfica acción. Recorrió con misiones pontificias varias naciones haciendo que el emperador Enrique IV de Alemania renuncie a su proyectado divorcio. Escribe sobre temas tan candentes y necesarios como el celibato, la virginidad, la entrega a Jesucristo. Dice cosas muy bellas sobre la Virgen María a la que ama con toda su alma y como buen hijo extiende su verdadera devoción por todas sus correrías. De él es esta frase que es todo un programa de vida: "Todos los cristianos tienen que vivir la locura de la cruz y apartarse de toda filosofía terrestre, animal y diabólica, contraria al Evangelio". Murió el 22 de Febrero de 1072 agotado por sus trabajos.

24 de Febrero
SAN MATÍAS
Apóstol

San Matías es el apóstol póstumo de Jesús, que se incorpora al grupo después de la Ascensión del Señor. De varios apóstoles apenas sabemos más que el nombre. De Matías sólo sabemos su nombre y su elección. Es el único apóstol no elegido por Jesús. San Matías el sustituto, podíamos decir.
Después de la Ascensión de Jesús a los cielos, los apóstoles, dóciles a su mandato, descendieron del monte Olivete y se encerraron en el cenáculo. Jesús les había dicho que no se alejaran de Jerusalén y que esperaran allí la venida del Espíritu Santo. Con los apóstoles esperaban también algunas mujeres, y María la madre de Jesús.
Estaban encerrados. Orar era la única actividad. Orar y esperar. No tenían fuerzas para más, hasta que les llegara el aliento de lo alto. Sólo una iniciativa se tomó. Jesús había elegido doce apóstoles y les había dicho que, a su regreso glorioso, los doce se sentarían sobre doce tronos para regir las doce tribus de Israel. Y ahora faltaba un hombre para un trono. Judas Iscariote había apostatado. Había que buscarle un sustituto.
El número doce tenía un alto significado místico en la Biblia. Doce como las doce fuentes de Elim. Como los doce panes de la proposición. Como las doce puertas de la Jerusalén celestial. Como los doce hijos de Jacob. Como los doce cimientos de la muralla de Jerusalén. Como las doce piedras preciosas del pectoral sacerdotal: una sardónica, un topacio y una esmeralda. Un rubí, un zafiro y un diamante. Un ópalo, un ágata y una amatista. Un crisólito, un ónice y un jaspe. Doce, número sagrado en Israel.
Los Hechos de los Apóstoles nos ofrecen la primera alocución pontificia del primer Papa. Pedro se levantó y dijo: "Hermanos míos, era preciso que se cumpliese lo que el Espíritu Santo profetizó en la Escritura por boca de David acerca de Judas, el que guió a los que prendieron a Jesús... En el libro de los Salmos está escrito: Que su campamento quede desierto y no haya nadie que lo habite. Y también: Que otro ocupe su cargo".
Luego continuó: "Hermanos, es preciso que entre los que están en nuestra compañía desde el principio, es decir, desde el bautismo de Juan hasta el día en que el Señor Jesús nos dejó para subir a los cielos, escojamos uno para que sea testigo de su resurrección".
Puestas estas condiciones, entre las 120 personas que allí se encontraban, dos hombres parecían cumplirlas perfectamente. Y fueron presentados los dos: José, apellidado Barsabá, por sobrenombre Justo, y Matías.
Había que encomendar la elección a Dios. Y como se trataba de dos cosas buenas, siguiendo una costumbre de Israel, recurrieron a la suerte también. Y rezaron así: "Señor, Tú que conoces los corazones de los hombres, muéstranos a cuál de estos dos has elegido para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto dejado por Judas para irse a su lugar. Echaron suertes sobre ellos, y cayó la suerte sobre Matías y fue uno de los Doce".
Nada más dicen los Hechos de Matías. Matías fue fiel a la elección. Algunos escritores antiguos nos lo presentan predicando en Jerusalén, en Judea, en las orillas del Nilo y en Etiopía, hasta sellar sus palabras con su sangre.

25 DE FEBRERO
SAN TARASIO
Patriarca
(750-806)

Para nosotros que vivimos en la "civilización de las imágenes", así llamada por la masiva presencia de los instrumentos audiovisuales, sobre todo el cine y la televisión, tal vez resulte estimulante el recuerdo de un personaje que luchó valientemente por las "imágenes", aunque ésta no sea su gloria principal y las imágenes por las que él combatió eran mucho más "sagradas" que las que nos propone ahora la sociedad de consumo.
La polémica sobre el culto de las imágenes, la llamada lucha iconoclástica, contó entre sus, protagonistas a los emperadores bizantinos León III el Isáurico, Constantino V Coprónimo y León IV Khazaras por una parte, y por otra a San Juan Damasceno y a los patriarcas Germán de Constantinopla y a Tarasio. En realidad, junto a un conflicto ideal, que trataba sobre la ortodoxia, sobre la legitimidad de representar a Dios y al "mundo celeste", prohibido por la ley judía pero no observado por los cristianos, los historiadores hacen notar que había muchas cuestiones de carácter político y hasta económico: en efecto, los defensores de las imágenes eran los monjes, los únicos verdaderos opositores del extrapoder imperial y poderosos económicamente. Pero, como decíamos, Tarasio tiene también otras glorias. Era de familia noble y había sido revestido de la dignidad de senador y jefe de la cancillería imperial.
Aunque era un simple laico, por designación del difunto patriarca Pablo, fue elegido para recibir una difícil herencia, que aceptó con la condición de que la emperatriz Irene y el senado se comprometieran a consentir la convocación de un concilio: sólo así sería posible restablecer la ortodoxia y la paz eclesiástica. Esto se logró, no sin dificultad, en el concilio de Nicea del 787. Tarasio fue también un integérrimo defensor de la moral cristiana y sobre todo del matrimonio, oponiéndose con energía al mismo emperador Constantino VI, que pretendía de él la sentencia de divorcio para poder contraer nuevas nupcias. Tarasio fue también un gran devoto de la Virgen María, a quien saludaba así: "Salve, oh Mediadora de todo lo que hay bajo el cielo; salve, reparadora de todo el universo; salve, oh llena de gracia, el Señor es contigo, él que existía antes que tú y nació de ti, para vivir con nosotros". San Tarasio murió a la edad de 76 años, en el 806 y fue sepultado en el santuario "Todos los mártires"del monasterio fundado en el Bósforo.

26 DE FEBRERO
SANTA MATILDE de HACKEBORN
Abadesa
(1240-1298)

La primera Abadesa de Helfta fue Cunigunda de Halberstadt, la cual murió en 1251 A ella la siguió en el cargo Matilde, que tenía recién 19 años: se desempeñó como Abadesa desde 1260 hasta su muerte en 1299.
Matilde nació en Turingia. Ella provenía de la estirpe de los barones de Hackeborn, quienes poseían tierras en el norte de Turingia y en la zona de Harz y estaban emparentados con los Hohenstaufern. A los siete años fue Matilde a la escuela del convento, entró más tarde en la Orden y se convirtió en directora de la escuela del convento.
Son conocidas sus grandes dotes musicales. Se convirtió en primera cantante en el coro litúrgico, sacristana, bibliotecaria, a ella le fueron confiados los valiosos escritos, copias y pinturas de libros.
Su principal obra se llama "Libro de la corriente de alabanza", en el cual Matilde de Hackeborn escribe: "Yo soy más fácil de alcanzar que cualquier otra cosa Ni un hilo ni una astilla, nada es tan pequeño y tan inferior que uno pudiera atraerlo a sí con un simple acto de la voluntad. A mí en cambio, puede el ser humano llevarme a sí con su simple voluntad".

Santa Josefina BakhitaEsclava, religiosa, santa, de origen sudanés.
Fiesta: 8 de febrero
"Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa".

Bakhita: "Afortunada"
Infancia
Bakhita, que significa "afortunada", es el nombre que se le puso cuando fue secuestrada, ya que por la fuerte impresión, nunca llegó a recordar su verdadero nombre. Josefina es el nombre que recibió en el bautismo.
No se conocen datos exactos sobre su vida, se dice que podría ser del pueblo de Olgossa en Darfur, y que 1869 podría ser el año de su nacimiento. Creció junto con sus padres, tres hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela.
La captura de su hermana por unos negreros que llegaron al pueblo de Olgossa, marcó mucho en el resto de la vida de Bakhita, tanto así que más adelante en su biografía escribiría: "Recuerdo cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos".
En su biografía Bakhita cuenta su propia experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos. "Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: 'Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de poco'. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma.
Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacia. Cuando estaba en el bosque, me percate que las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó diciéndome: 'Si gritas, morirás! Síguenos!'".
Los mismos secuestradores fueron quienes le pusieron Bakhita al ver su especial carisma.
En esclavitud
Luego de ser capturada, Bakhita fue llevada a la ciudad de El Obeid, donde fue vendida a cinco distintos amos en el mercado de esclavos.
Nunca consiguió escapar, a pesar de intentarlo varias veces. Con quien más sufrió de humillaciones y torturas fue con su cuarto amo, cuando tenía más o menos 13 años. Fue tatuada, le realizaron 114 incisiones y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes. "Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me colocaban la sal", cuenta en su biografía.
El comerciante italiano Calixto Leganini compró a Bakhita por quinta vez en 1882, y fue así que por primera vez Bakhita era tratada bien.
"Esta vez fui realmente afortunada - escribe Bakhita - porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad".
En 1884 Leganini se vio en la obligación de dejar Jartum, tras la llegada de tropas Mahdis. Bakhita se negó a dejar a su amo, y consiguió viajar con él y su amigo Augusto Michieli, a Italia.
La esposa de Michieli los esperaba en Italia, y sabiendo la llegado de varios esclavos, exigió uno, dándosele a Bakhita. Con su nueva familia, Bakhita trabajo de niñera y amiga de Minnina, hija de los Michieli.
En 1888 cuando la familia Michieli compró un hotel en Suakin y se trasladaron para allá, Bakhita decidió quedarse en Italia.
La conversión a la religión
Bakhita y Minnina ingresaron al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia, tras ser aconsejadas por las hermanas. Esta congregación fue fundada en 1808 con el nombre de Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia, pero son más conocidas como Hermanas de Canossa.
Recién en el Instituto, Bakhita conoció al Dios de los cristianos y fue así como supo que "Dios había permanecido en su corazón" y le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud, "pero recién en ese momento sabía quién era". Recibió el bautismo, primera comunión y confirmación al mismo tiempo, el 9 de enero de 1890, por el Cardenal de Venecia. En este momento, tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada.
"¡Aquí llego a convertirme en una de las hijas de Dios!", fue lo que manifestó en el momento de ser bautizada, pues se dice que no sabía como expresar su gozo. Ella misma cuenta en su biografía que mientras estuvo en el Instituto conoció cada día más a Dios, "que me ha traído hasta aquí de esta extraña forma".
La Señora de Michieli volvió de Sudán a llevarse a Bakhita y a su hija, pero con un gran coraje, Bakhita se negó a ir y prefirió quedarse con las Hermanas de Canossa. La esclavitud era ilegal en Italia, por lo que la señora de Michieli no pudo forzar a Bakhita, y es así que permaneció en el Instituto y su vocación la llevó a convertirse en una de las Hermanas de la Orden el 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad.
Bakhita, la religiosa
Fue trasladada a Venecia en 1902, para trabajar limpiando, cocinando y cuidando a los más pobres. Nunca realizó milagros ni fenómenos sobrenaturales, pero obtuvo la reputación de ser santa. Siempre fue modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su interior y cumplió siempre sus obligaciones diarias.
Algo que le costó demasiado trabajo fue escribir su autobiografía en 1910, la cual fue publicada en 1930. En 1929 se le ordena ir a Venecia a contar la historia de su vida. Luego de la publicación de sus memorias, se convirtió en un gran personaje, viajando por todo Italia dando conferencias y recolectando dinero para la orden.
La salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y tuvo que postrarse a una silla de ruedas, la cual no le impidió seguir viajando, aunque todo ese tiempo fue de dolor y enfermedad. Se dice que le decía la enfermera: "¡Por favor, desatadme las cadenas… es demasiado!". Falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio, siendo sus últimas palabras: "Madonna! Madonna!"
Miles de personas fueron a darle el último adiós, expresando así el respeto y admiración que sentían hacia ella. Fue velada por tres días, durante los cuales, cuenta la gente, sus articulaciones aún permanecían calientes y las madres cogían su mano para colocarla sobre la cabeza de sus hijos para que les otorgase la salvación. Su reputación como una santa se ha consolidado. Josefina ha sido recordada y respetada como Nostra Madre Moretta, en Schio.
De esclava a santa
Fue santificada por el pueblo, por lo que en 1959 la diócesis local comenzó las investigaciones para encontrarla venerable. Todo salió muy bien y fue así que el 1 de diciembre de 1978 fue declarada Venerable. Por tanto, el proceso para declararla santa empezó con gran auge y el 17 de mayo de 1992 fue beatificada por Juan Pablo II y se declaró día oficial de culto el 8 de febrero.
En la ceremonia de beatificación, el Santo Padre reconoció el gran hecho de que transmitiera el mensaje de reconciliación y misericordia.
Ella misma declaró un día: "Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa".
S.S. Juan Pablo II la canonizó el 1 de octubre del 2000. Lo cual, para los católicos africanos es un gran símbolo que era necesario, para que así los cristianos y las mujeres africanas sean honradas por lo que sufrieron en momentos de esclavitud.

Verdaderamente, Bakhita es la santa africana y la historia de su vida es la historia de un continente, válida para los católicos, protestantes, musulmanes o seguidores de cualquier otro tipo de religión tradicional. Su espiritualidad y fuerza la han convertido en Nuestra Hermana Universal, como la llamó el Papa.

10 de Febrero
SANTA ESCOLÁSTICA
(† 553)
Las fuertes pisadas de los bárbaros recorrían ya todas las vías del Imperio. La capital del orbe, sobre cuyo cautiverio lloró San Jerónimo lágrimas de sangre cuando la tomó Alarico (410), había sufrido otro terrible saqueo de los alanos y de su rey Genserico (455), llamado por la misma Eudoxia, esposa del emperador Máximo. Ahora, acaba de ser depuesto Rómulo Augústulo, verdadero diminutivo de los augustos césares, por el rey de los hérulos, Odoacro (476). Los pueblos germanos se derramaban en aluvión por Italia, las Galias, Hispania y Africa. Godos, visigodos y ostrogodos, vándalos, suevos, sajones, alanos, imponían su paganismo o su arrianismo, mientras el Oriente se enredaba en la herejía cutiquiana. ¡Qué solo iba quedando el Vicario de Cristo, San Simplicio (468~83), sucesor de San León Magno, el gran papa que, al dejarlo pasar humildemente, contuvo al "azote de Dios"...
Cruel es la labor del arado que levanta y vuelca la tierra, pero ella orea los gérmenes fecundos que al fuego del sol florecerán espléndidamente. Así, de esta tierra imperial desbaratada, arada por las lanzas de pueblos jóvenes, brotaría con renovado vigor la fuerza oculta de las antiguas razas. Santa Clotilde convertiría a Clodoveo y al pueblo franco; Leandro e Isidoro se harían dueños del alma visigoda; San Patricio ganaría a Irlanda; San Gregorio el Grande, por medio de San Agustín, evangelizaría a los anglosajones... Y para ser los precursores de la Edad Media, la de las catedrales góticas, la de las abadías insuperables, focos del Espíritu Santo, nacieron en Italia, cerca de la Umbría, en esa "frígida Nursia" que canta Virgilio (Eneida, 1.8 v.715) y de un mismo tallo: Benito y Escolástica.
Se dice que sus padres fueron Eutropio y Abundancia y es seguro que pertenecían a la aristocracia de aquel país montaraz, de costumbres austeras, símbolo de la fortaleza romana, que aun bajo el paganismo había dado varones como Vespasiano, el emperador, y Sertorio, el héroe de la libertad. Si por el fruto se conoce el árbol, grande debió ser el temple puro y el cristianismo de los padres que dieron el ser y la educación a tales hijos. Del varoncito, Benedictus, dijo el gran San Gregorio, su biógrafo, que fue "bendito por la gracia y por el nombre"; de su hermana sabemos, por la misma fuente, que fue dedicada al Señor desde su infancia.
¿Quién influyó en quién? Benito, descendiente de los antiguos sabinos que tuvieron en jaque a los romanos, maduró su carácter cuando todavía era niño. Sin duda, dominó a su hermana, que miraría con admiración al joven, prematuramente grave, llamado a ser padre y director de almas. La ternura, la delicadeza que revela la regla benedictina, la atribuyen, sin embargo, sus comentaristas a la dulce y temprana influencia de su hermanita y condiscípula, Escolástica, en el alma del futuro patriarca.
Como en jardín de infancia, vivieron y se espigaron juntos en la finca paterna, una de esas "villas" romanas, mezcla de corte y cortijo, esbozo familiar de futuros monasterios. Según la moda del día, velaba sobre ellos Cirila, una nodriza griega, que les enseñó a balbucear la lengua helénica. ¡Qué contraste con ese doble sello de Roma y Grecia —toda la cultura antigua impresa en sus primeros años—, no haría esa invasión de los ostrogodos, que en 493 entregaría de nuevo la urbe por excelencia a las tropas de Teodorico!
Con todo, se decidió que Benito iría a Roma ya adolescente, para perfeccionarse en los estudios liberales. ¡Qué dura la separación para estos gemelos, unidos antes de nacer! Escolástica, consagrada a Dios desde su infancia, llevaba, quizá, el velo de las vírgenes; ¡cuánto oraría por el joven estudiante preso de esa Roma fascinadora que, pese a todos los saqueos y a las divisiones del cisma, seguía señoreando al mundo por su arte, por su lujo, por sus escuelas!
Sujeto también a grandes peligros, en ambiente difícil, exclamaba otro hermano de la que esto escribe, héroe de la religión y de la patria: "Nos han imbuido tanto tradicionalismo y catolicismo, que no puedo faltar a lo que tengo dentro. Donde quiera que esté, llevo, como el caracol mi casa a cuestas". Fue el caso de Benito, amparado por su educación y por el incienso de las oraciones de Escolástica, qué cruzó ileso la edad de las pasiones y cuando podía ingresar en un mundo de corrupción, decidió despreciarlo
Tendría cerca de veinte años, que es cuando se coronaban los estudios. Empapado de romanidad y de jurisprudencia, dueño de un lenguaje firme y sobrio, que la gracia castigaría aún más, pues con razón se ha escrito que "el decir conciso es don del Espíritu Santo", Benito se dispuso a imitar a los eremitas del Oriente, que San Atanasio primero, San Jerónimo después, habían dado a conocer a Roma. Buscando una sabiduría más alta que la de los retóricos, acordó dejar sus libros, su familia y su patrimonio, prueba de que su padre había muerto y de que era dueño de sí.
Los santos no llegan de repente al despojo absoluto. Es enternecedor, para nuestra flaqueza, el ver que Benito, desprendido por la distancia del amor fraterno, aún sé dejó escoltar por su "chacha" griega, en el éxodo que le apartaba de Roma y siguiendo la vía Tiburtina le llevaba hacia las montañas sabinas para fijar su tienda en la aldea de Eufide, al amparo de una montaña y de la iglesia de San Pedro. ¿Cómo iba a prescindir él de sus cuidados maternales, tan necesarios para dedicarse, olvidado de sí, a la oración y al apostolado? ¡La quería tanto! Como que lloró con ella cuando la pobre mujer, consternada, vino a mostrarle los dos pedazos en que se partió el cedazo de barro para cernir el trigo que le había prestado una vecina. Benito se puso en oración hasta que los dos trozos se juntaron y floreció el milagro. "¡Es un santo, es un santo!" clamó la vecindad electrizada al enterarse del hecho, merced al entusiasmo de esta nueva samaritana. Y Benito, que huyó siempre de ser canonizado en vida, comprendió el peligro de la vanidad y del cariño, lo urgente que era romper con este último lazo de filial ternura que, aún le ligaba al mundo.
¡Oh qué dramática debió ser la llegada de Cirila a Nursia, refiriendo entre sollozos a Escolástica virgen, y tal vez a su madre viuda, cómo se le había fugado, sin despedirse siquiera, el hijo de su alma! Hacia dónde, Señor, ¡sólo Dios lo sabia! Seguramente hacia una soledad abrupta, donde, lejos de los hombres, trataría a solas con Él.
Los años pasaron. Moriría Abundancia. Escolástica, en su orfandad, se uniría a otras vírgenes compartiendo su vida de oración, de recogimiento y de trabajo. No olvidaba al desaparecido, ni desfallecía, más tenaz que el tiempo, su esperanza.
Nada supo de sus tres años de soledad y penitencia extrema, vestido de la túnica que le impuso el monje Román, en la gruta asperísima de Subiaco, en lucha consigo mismo y con ese tentador que persigue los anacoretas. Ni de que un día le descubrieron los monjes de Vicovaro Y le obligaron a regir su multitud indisciplinada. ¡Cómo hubiera sufrido sabiendo que su hermano estaba en manos de falsos hijos, capaces de servirle una copa envenenada! ¡Y cómo hubiera gozado viéndole huir de nuevo a la soledad y acoger en ella a los hijos de bendición que venían a pedirle normas de vida, en tal número, que hubo de construir doce pequeños monasterios en las márgenes del lago formado por el Anio.
La luz no estaba ya bajo el celemín. Nobles patricios confiaban sus hijos, Mauro y Plácido, al abad de Subiaco; bajo su cayado, trabajaban romanos y godos y habitaban juntos el león y el cordero. Su fama voló hasta Roma, llegó a la Nursia. El padre Benito no podía ser otro que aquel santo joven que huyó de Eufide, dejando una estela milagrosa. Las lágrimas que arranca la noticia del hermano recuperado y que parecía para siempre desaparecido, debieron rodar por las mejillas de Escolástica.
Hubo, sin embargo (la persecución escolta a los santos), un clérigo envidioso, Florencio, capaz de enviar también al santo abad un pan envenenado y un coro de bailarinas que invadiera su recinto santo. Benito había aprendido la lección evangélica de no resistir. Por amor de sus hijos, a los que dejó en buenas manos, desamparó con un grupito fiel la gruta de sus amores y, como otro Moisés camino del Sinal, se dirigió a lo largo de los Abruzos hacia el mediodía, llegó a la fértil Campania y encontró su pedestal soñado, siguiendo la vía latina de Roma a Nápoles. Era el monte Casino, magnífica altura, vestida de bosques y aislada, como palco presidencial, en el gran anfiteatro que forman las cadenas desprendidas de los Apeninos.
Allí, con más de cuarenta y cinco años, el varón de Dios, en la plenitud de su doctrina espiritual, escribió la ley de la vida monástica, ese código inmortal de su santa regla. A poca distancia del gran cenobio, que iba surgiendo como una ciudad fortificada, tuvo la dicha de recobrar en Dios lo que por Él había dejado. Escolástica, madre de vírgenes, volvió a ser la discípula de sus años maduros. No aparecía, se ocultaba; podía decir como el Bautista: "Conviene que Él crezca y que yo disminuya". El santo patriarca, "Ileno del espíritu de todos los justos", florecía como la palma y se multiplicaba como el cedro del Libano. Sus palabras, sus obras, sus milagros, esparcían el buen olor de Cristo sobre el mundo bárbaro. El era el tronco del árbol de vida, cuyas ramas se extenderían sobre Europa para cobijar a innumerables pájaros del cielo. Escondida a su sombra, con raíz vivificante, como manantial oculto que corre por las venas de la tierra, Escolástica, aún más hija del espíritu que de la letra, daba a la religión naciente esa oración virginal, esa santidad acrisolada, esa inmolación fecunda llamada a reproducirse en las exquisitas flores del árbol benedictino: Hildegarda, Matilde, Gertrudis...
Hay que pasar bruscamente del primero al último acto para comprender lo que fue la unión tan humana y divina entre aquel a quien ella llamaba frater y aquella a quien él, respondía soror.
Una vez al año (no es mucho conceder al espíritu y a la sangre), nos cuenta San Gregorio con sencillez evangélica, que se encontraban ambos en una posesión, no muy distante, de Montecasino. Aquel año, ya en el umbral de la senectud, acompañaban al padre abad varios de sus hijos, a Escolástica no le faltaría su compañera. ¡Oh, cuán bueno habitar los hermanos en uno! En el gozo de aquella reunión alternaron divinas alabanzas y santos coloquios, que se acendraron en la intimidad de la refección, al caer las sombras de la noche. Era quizá la hora de completas, cuando canta el coro monástico el Te lucis ante terminum, pero en el calor de la conversación, se había hecho tarde y Escolástica creyó poder rogar:
—Te suplico que esta noche no me dejes, a fin de que, toda ella, la dediquemos a la conversación sobre los goces celestiales.
—¿Qué dices, oh hermana? ¿Pasar yo una noche fuera del monasterio? ¡Cierto que no puedo hacerlo!
Y al conjuro de la observancia, el Santo miraba la serenidad del cielo y se disponía a marchar. Escolástica, que conocía su firmeza, optó por dirigirse a la suprema Autoridad. Decía su santa regla: "Tengamos entendido que el ser oídos no consiste en muchas palabras, sino en la pureza de corazón y en compunción de lágrimas" (c.20). Sus manos cruzadas para suplicar cayeron sobre la mesa y, apoyando la frente entre sus, palmas, comenzó a llorar en la divina presencia.
Benito la miraba sobrecogido, dispuesto a no ceder, cuando ella alzó la cabeza y un trueno retumbó en el firmamento, Corrían las lágrimas por el rostro de Escolástica y un aluvión de agua se derrumbaba desde el cielo, repentinamente encapotado.
—El Dios omnipotente te perdone, oh hermana. ¿Qué has hecho?
Ella respondió:
—He aquí que te he rogado y no has querido oírme; he rogado a mi Dios y me ha oído —y añadió, con una gracia triunfal, plenamente femenina—: Sal ahora, si puedes, déjame y vuelve al monasterio.
Y, pese a su contrariedad, se vió precisado el Santo a pasar toda la noche en vela, fuera de su claustro, satisfaciendo la sed de su hermana con santos coloquios.
Al día siguiente se despidieron los dos hermanos, regresando a sus monasterios. Sólo tres días habían pasado cuando, orando San Benito junto a la ventana de su celda, víó el alma de su hermana que en forma de blanquísima paloma "salía de su cuerpo y, hendiendo el aire, se perdía entre los celajes del cielo". Lleno de gozo, a vista de tanta gloria, cantó su acción de gracias y llamando a sus hijos les comunicó el vuelo de Escolástica, suplicándoles fueran inmediatamente en busca de su cuerpo para trasladarle al sepulcro que para sí tenía preparado.
Hace catorce siglos que las reliquias de ambos hermanos, fundidas en el seno de la tierra madre, germinan incesantemente en frutos de santidad. Porque "todo lo que nace de Dios vence al mundo", sobrevive San Benito, en su monasterio y en su Orden, a todas las injurias de los tiempos. La vida oculta de Santa Escolástica tiene el valor de un símbolo. Ella encarna el poder de la oración contemplativa, "razón de ser de nuestros claustros", la que, en alas de un corazón virginal, lleno de fe, arrebata a los cielos su gracia y la derrama a torrentes sobre esta tierra estéril, pero rica en potencia, que con el sudor de su frente labran los apóstoles y que fue prometida a los patriarcas...