TODOS POR UNA PATRIA PARA TODOS


8 de mayo a las 15:00 hs, Celebración por el Bicentenario de la patria:
200 años de la Revolución de Mayo


31 Marzo 2010 2 Comments
Bajo el lema “Con María, construyamos una Patria para todos”, el Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina (DEPLAI), convoca a la misma hora a todo el país a encender una vela, que simbolizará el pedido de una luz nueva de Esperanza para la Argentina, y a rezar una oración por la Patria, por lo que se sugiere que se haga en todas las plazas, en todos los hogares y en todas las calles del país.

Ese día, la celebración tendrá su punto central en la plaza frente a la Basílica de Luján, con una misa presidida por el cardenal Jorge Bergoglio y luego se realizará una celebración ciudadana con la presencia de otros credos. Allí se espera el arribo de numerosas delegaciones de parroquias, colegios, movimientos y asociaciones de la Ciudad de Buenos Aires y de toda la provincia de Buenos Aires.

Se pide a todas las familias que se sumen al gesto de la oración por la Patria a las 15, como así también se las invita a participar del acto central en Luján.

Cabe destacar que la Asociación de Peregrinos a pie a Luján adelanta un día su peregrinación de todos los años, por lo que el viernes 7 de mayo iniciará la caminata a partir de las 17 desde la Basílica San José de Flores para llegar a Luján el sábado 8 de mayo a las 15, y participar del acto central.

El evento se hará en forma simultánea en distintos centros de devoción mariana como Ntra. Sra. de Itatí en Corrientes y Ntra. Sra. del Valle de Catamarca. Además en Salta, Jujuy, La Rioja, San Juan, y en las ciudades de Rosario y Bariloche, entre otras.
Para mayor información comunicarse con:
info@deplai.org.ar
www.deplai.org.ar

ORACION POR LA PATRIA
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación,
una nación cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad
de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén.



Mensaje de los Obispos en el año 2008 al pueblo de Dios
Los obispos argentinos compartimos “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias” del pueblo al que pertenecemos y servimos en esta hora delicada y providencial de nuestra vida nacional.

Desde nuestra fe acudimos a Jesucristo, Señor de la historia, y le dirigimos una súplica confiada para poner bajo su mirada protectora las preocupaciones, desvelos y esperanzas de los argentinos. A Él le ofrecemos nuestro compromiso pastoral en favor del pueblo, especialmente de sus miembros más pobres, débiles y sufrientes.

Por ello peregrinamos, como lo hace el pueblo creyente, a la casa de nuestra Madre de Luján para pedirle que Ella interceda ante su Hijo por las necesidades más urgentes de la Patria. De modo particular queremos pedirle que nos ayude a los argentinos a:

1. valorar y construir con empeño perseverante la amistad social entre todos los habitantes de nuestra Patria, desterrando desencuentros, odios, rencores y enfrentamientos y promoviendo la equidad y la justicia para todos;

2. favorecer y cultivar la disposición al diálogo genuino en la verdad y el respeto entre personas y sectores, como camino indispensable en la búsqueda del bien común;

3. afianzar las instituciones democráticas de la República y el federalismo, respetando la Constitución Nacional, garantía para todos de una convivencia pacífica e incluyente.

Invitamos a todos los fieles a unirse a este gesto orante y a retomar la “oración por la Patria”, tan apreciada en nuestras comunidades, como primero y principal servicio que los católicos argentinos queremos ofrecer a nuestra querida Nación.

95ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina
Pilar, 8 de abril de 2008

JUAN PABLO II, UNA GRAN SACERDOTE



UN SACERDOTE A IMITAR
Juan Pablo II quiso vivir siempre según su identidad sacerdotal. Desde su ordenación, y a través de los distintos servicios que prestó a la Iglesia, ancló su vida en el misterio profundo que toca la existencia de todo sacerdote. Puso todas sus cualidades, toda su riqueza humana y espiritual, al servicio no de sí mismo, sino del don. Y su vida, injertada en el misterio, dio mucho fruto.

Al asumir el ministerio petrino no dejó de sentirse hermano de sus hermanos sacerdotes. Así lo hizo ver en la primera carta dirigida a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo (8 de abril de 1979), que iniciaba con las palabras de san Agustín: “Para vosotros soy obispo, con vosotros soy sacerdote” (Sermón 340,1).

Wojtyla radicó su vida sacerdotal en el amor a Cristo y a la Iglesia. Un amor que convierte al sacerdote en don de Cristo para los demás, llamado como está a darse, a servir, a identificarse con el Señor. Hace suyas, en primera persona, las palabras que dice en la consagración. En la última carta que dirigió a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005, pocos días antes de morir, decía:

“La autodonación de Cristo, que tiene sus orígenes en la vida trinitaria del Dios-Amor, alcanza su expresión más alta en el sacrificio de la Cruz, anticipado sacramentalmente en la Última Cena. No se pueden repetir las palabras de la consagración sin sentirse implicados en este movimiento espiritual. En cierto sentido, el sacerdote debe aprender a decir también de sí mismo, con verdad y generosidad, «tomad y comed». En efecto, su vida tiene sentido si sabe hacerse don, poniéndose a disposición de la comunidad y al servicio de todos los necesitados” (Carta de Juan Pablo II a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005).

Juan Pablo II, sacerdote entre los sacerdotes. También entre quienes vivían en medio de la tentación, entre quienes lloraban sus debilidades y pecados. También entre quienes habían dejado el ejercicio sacerdotal. Lo expresó, casi con voz temblorosa, en la homilía dirigida durante la misa del Jubileo de los sacerdotes (18 de mayo de 2000, día de su cumpleaños):

“¡Os abrazo con gran cariño, queridos sacerdotes del mundo entero! Es un abrazo que no tiene fronteras y que se extiende a los presbíteros de cada Iglesia particular, hasta llegar de manera especial a vosotros, queridos sacerdotes enfermos, solos, probados por las dificultades. Pienso también en aquellos sacerdotes que, por distintas circunstancias, ya no ejercitan el sagrado ministerio, aunque conservan en sí la especial configuración con Cristo que es propia del carácter indeleble del orden sagrado. Rezo mucho también por ellos y os invito a todos a recordarles en la oración para que, gracias a la dispensa alcanzada de manera regular, mantengan vivo en sí el compromiso de la coherencia cristiana y de la comunión eclesial”.

Juan Pablo II, sacerdote también en la hora de la cruz, del dolor, de la agonía. Cuando la palabra no podía pasar del corazón a los labios. Cuando supo hacer de su lecho un altar. Cuando Dios le concedió la gracia de terminar la existencia terrena con un “Amén” que lo asemejaba al ideal que quiso asumir desde el día de su ordenación: ser como Cristo que hace siempre lo que le agrada a su Padre.